viernes, 13 de diciembre de 2024 19:01 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

Unos apuntes sobre el Free Cinema inglés

Archivado en: Inéditos cine, Free Cinema

imagen

 

            Merced a una estancia en París en julio de 1980 que me maravilló hasta el punto de hacerme caer rendido ante la cultura francesa, la piedra angular de mi cinefilia ha sido el estudio entusiasta, para su posterior exaltación, de la Nouvelle Vague. He prestado tanta atención a aquellos cineastas galos que apenas he atendido a sus homólogos del otro lado del Canal de La Mancha: el Free Cinema inglés. Ciertamente, ya en los albores de mi gran pasión, recuerdo haber dado cuenta de If (Lindsay Anderson, 1968), la última cinta de aquel repertorio británico, en una de las emisiones de La Clave, el legendario espacio televisivo de José Luis Balbín. E incluso antes, allá por el año 74, cuando tan sólo era un mero espectador, en base a una pasión anterior a la del cine, la que me inspiraba el rock, vi por primera vez, en otra emisión televisiva, Qué noche la de aquel día (1964). Aunque es obra del norteamericano Richard Lester, algunos comentaristas la incluyen en la nómina del Free Cinema y a mí me parece acertado. De hecho, el El Knac... y como conseguirlo, la excelente y estimulante cinta que Lester estrenó en el 65 y yo vi veinte años después por primera vez, es uno de los títulos canónicos tanto del repertorio del Free Cinema como del Swinging London.

            Por lo demás, no fue hasta primeros de este nefasto siglo, cuando me hice con la edición en DVD de varios títulos señeros del Free Cinema -Un lugar en la cumbre (Jack Clayton, 1958), Sábado noche, domingo mañana (Karel Reisz, 1960), El animador (Tony Richardson, 1960), La soledad del corredor de fondo (Tony Richardson, 1962)...- cuando empecé a estudiar sistemáticamente esta pantalla británica. Ya en los últimos meses he conseguido hacerme con el resto del repertorio original -Un sabor a miel (Tony Richardson, 1961), Esa clase de amor (John Schlesinger, 1962), El ingenuo salvaje (Lindsay Anderson, 1963), etc., etc.- y tras su visionado, concluyo algunas reflexiones que paso a consignar. Creo enmendar así esa ausencia del Free Cinema, de la que adolecían mis primeras conversaciones cinéfilas, sobre la que llamó mi atención un compañero en una escuela de cine a la que asistí. No recuerdo el nombre de aquel contertulio, del centro sí.

            "Jóvenes airados" fue a llamar la prensa a esos nuevos realizadores británicos, igual que al otro lado del Canal y en esos mismos años, se decía "jóvenes turcos" a los cineastas de la Nouvelle Vague cuando ejercían la crítica cinematográfica en Cahiers du Cinéma. Con "airados", al igual que con "turcos", se iba a expresar el afán de ruptura de las nuevas pantallas. Ahora bien, la de los franceses, básicamente fue en las formas; la de los ingleses en el fondo. Vaya por delante mi elogio a los británicos, junto con los galos fueron la más sobresaliente de las nuevas cinematografías surgidas en la encrucijada que llevó al mundo de los años 50 a los 60.

            Son muy pocos los que aún se acuerdan de la Nueva Ola checa: el Milos Forman anterior a Hollywood, Věra Chytilová, mi dilecto Jiří Menzel. El Cinema Novo brasileño -Glauber Rocha, Nelson Pereira Dos Santos, Ruy Guerra-... quedó en muy poca cosa con el curso del tiempo. Poco más o menos, ése es el caso en la propia España del Nuevo Cine español de los años 60: Basilio Martín Patino, mi amigo Francisco Regueiro, Miguel Picazo, profesor en aquella escuela cuyo nombre prefiero no decir. El destino último del Free Cinema, cuyas películas, por lo general son cintas de enjundia y buena factura, no fue mucho mejor.

            En fin, de todos los nuevos cines surgidos en la segunda mitad del amado siglo XX, sólo ha transcendido en la historia del medio el francés. Ya lo hizo en su momento, pues la Nouvelle Vague fue el modelo a imitar por el resto de las nuevas pantallas. A excepción del Free Cinema, que tuvo su norte en el nuevo teatro que se estrenaba desde mediados de los años 50 en los escenarios del West End londinense. Fue precisamente uno de los dramaturgos más destacados de aquel periodo, John Osborne, a quien la crítica definió como "un joven airado" tras el estreno de Mirando hacia atrás con ira, su pieza más destacada en la cartelera de 1956. Por llegar aún la adaptación a la pantalla de esta misma obra en 1959 bajo la dirección de Richardson, hoy una de las cintas canónicas del Free, fue Osborne quien, apropiándose del nombre que le había puesto un crítico -muy probablemente para desdeñar su obra- lo hizo extensible a toda su generación. Contaban entre ellos autores tan destacados como Harold Pinter, Kingsley Amis y, con un poco de manga ancha, hasta Samuel Becket.

            Era tanto su clamor de indignación contra los modos y las formas de la sociedad británica que el teatro se les quedó pequeño para expresar su ira. Así, ese mismo año 56, en el British Filme Institute tras la proyección de Momma don´t allow, de Reisz y Richardson, un cortometraje de aquel mismo año sobre un club de jazz que venía haciendo furor desde el 46 entre los jóvenes londinenses, y otros documentales breves, Osborne leyó el manifiesto de Los jóvenes airados en el que abogaba por llevar a la pantalla los mismos planteamientos que ya se estilaban en los escenarios.

Imagen

            Aquel documentalismo de la primera sesión -heredero del espíritu de John Grierson y la escuela documentalista británica de los años 30-, que se haría extensible a todas las cintas de ficción, fue lo más genuinamente fílmico que había en el Free Cinema. Por lo demás, hablamos de una pantalla eminentemente teatral. De hecho, la Woodfall Film, la productora que posibilitó la mayoría de las cintas del repertorio canónico, fue una empresa de Osborne.

            Como sabe el lector habitual de esta bitácora, detesto con toda mi alma el cine contaminado por el teatro. Si la pantalla no hubiera partido con el escenario nunca hubiera descubierto su auténtico lenguaje, que no es otro que la fragmentación de la narración en planos. Pese a ello, he procurado pasar por alto el lastre teatral del Free Cinema -evidente, por ejemplo, en todas las secuencias de Un sabor a miel que transcurren en la casa de Jo (Rita Tushingham)- por la solidez de su puesta en escena. Con todo, acaso sea ese lastre teatral la causa del irrelevante papel que ha jugado el Free Cinema en la historia del cine. La Nouvelle Vague, sin duda debido a que sus integrantes fueron cinéfilos y críticos antes que cineastas, fue eminentemente cinematográfica. Godard, su heraldo, ya en su primera película -Al final de la escapada (1960)- llevó a cabo una verdadera deconstrucción del lenguaje fílmico que le ha seguido ocupando hasta nuestro nefasto siglo XXI. Por no insistir en aquello de que la Nouvelle Vague divide en un antes y un después la historia del cine universal. Hasta Hollywood registró sus influencias.

            En el Free Cinema -a diferencia de la Nouvelle Vague, que básicamente rompe con las formas- hay que valorar el fondo: su afán de ir contra los convencionalismos de una de las sociedades más clasistas del mundo: la inglesa. Puestos a ello, el arribista de baja estofa que quiere medrar es casi un prototipo de esta pantalla. Hablamos de personajes como el Joe Lampton (Laurence Harvey) de Un lugar en la cumbre, el Frank Machin (Richard Harris) de El ingenuo salvaje o el Danny (Albert Finney) de Night Must Fall (1964). El arribista es un prototipo de largo recorrido, no sólo en el cine,  en toda la historia de la ficción basada en la realidad. Pero, si cabe, pocas veces ha sido retratado con el acierto que se hace en el Free Cinema inglés. Porque, como tan a menudo en la vida misma, los arribistas de esta pantalla británica siempre acaban siendo descubiertos y derribados por aquellos entre quienes pretendían medrar.

            No hay duda de que una de las características del Free Cinema es que arremetían contra la sociedad establecida mediante la baja extracción social de sus protagonistas. Pero esto es algo que se venía viendo, desde el naturalismo de Emile Zola -en lo que a la novelística decimonónica se refiere-; y si hablamos de cine, desde el neorrealismo italiano -otra reconocida influencia del Free Cinema- el proletario venía siendo una suerte de nuevo héroe. Ahora bien, en aquella nueva pantalla inglesa que nos ocupa, más que un nuevo héroe, el paria fue un nuevo antihéroe, un nuevo perdedor. De nada le sirve al bueno de Frank Machin arramblar con todos los objetos del aparador de su patrona cada vez que se enfada con ella. Acaba la película siendo el mismo animal que es al final del primer partido de rugby, deporte que le proporciona la gloria porque en su práctica es todo un campeón.

             Más novedoso, para hace sesenta años claro, es el planteamiento de cuestiones como los problemas que creaban en las parejas los embarazos no deseados -Esa clase de amor, Un sabor a miel, La habitación en forma de L (Bryan Forbes, 1962)- una verdadera tribulación en todas las sociedades occidentales de entonces que el Free Cinema acomete sin sentimientos fáciles, con un documentalismo ejemplar.

            Tampoco faltan, entre las características propias de esta pantalla, la inclusión entre sus repartos de los primeros rostros de color, fiel reflejo de muchos de los emigrantes de la Commonwealth que empezaban a instalarse en el Reino Unido. Acuso, por último -y muy gratamente- lo habitual que es, ya desde Momma don´t allow, la presencia del jazz en el Free Cinema. Es la música que escuchan sus protagonistas. No en vano, entonces era la música favorita de la juventud, aunque ya se acercaban esos años en que su lugar habría de ser ocupado por el rock. La afición al jazz también era un ariete contra la música autodenominada "culta" y el resto de las melodías de la sociedad establecida.

            Al final fue su alta calidad la que acabó finiquitando al Free Cinema. En su conjunto, fueron cintas que no tardaron en llamar la atención de Hollywood. Al punto, conforme a su fea costumbre de vampirizar cualquier cinematografía de habla inglesa que destaque, aquella excelente pantalla británica acabó, en bloque, en Estados Unidos. Schlesinger, tras estrenarse al otro lado del Atlántico con la estimable Cowboy de medianoche (1969), acabó firmando títulos tan dudosos como comerciales. Verbigracia, Ojo por ojo (1996). Lindsay Anderson hizo otro tanto en Las ballenas de agosto (1987). Karel Reisz, quien, en Morgan, un caso clínico (1966) fue el único que apuntó maneras en el sentido de esas realizaciones rupturistas de Godard, empezó a perder el norte recién llegado a América con Nieve que quema (1978).

            El caso de los actores fue aún peor. Qué decir del derrotero estadounidense de Richard Burton, impecable intérprete de Mirando hacia atrás con ira. A buen seguro que el mismo prefería sus borracheras junto a Elizabeth Taylor que toda su filmografía posterior a Castillos en la arena (Vicente Minnelli, 1965). Por no hablar de Richard Harris, que pasó de arramblar con todo lo que había en el aparador de su patrona en El ingenuo salvaje al dudoso western Un hombre llamado caballo (Eliot Silverstein, 1970) y la interminable lista de películas, meramente comerciales, que protagonizó hasta el final de su carrera. El Free Cinema inglés fue grande. Pero su destino último fue el mismo que aguardaría al nuevo cine australiano de los años 80, que en su momento nos gustó tanto: acabar absorbido y diluido por Hollywood.

 

Publicado el 22 de enero de 2021 a las 13:45.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 0

No hay comentarios



Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD